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Palabras como "clic", "guau" o "tronar" pueden ser ejemplos ilustrativos.
Algunos lingüistas plantean la cuestión de si las onomatopeyas pudieron estar en el origen o inicio de las protolenguas en el Paleolítico, hace unos 2.000.000 de años ya que fué entonces cuando, coincidiendo con desarrollo del cerebro adquirido por nuestro antepasado, el "Homo hábilis", se fabricaron las primeras herramientas líticas (lascas y raspadores tallados).
Parece lógico que en aquellos tiempos, las primeras palabras para identificar las cosas fueran imitaciones de sonidos de animales o fenómenos naturales - ONOMATOPEYAS - que se complementarían con un lenguaje mímico-gestual de modo parecido a como nos expresamos, incluso ahora, cuando tratamos de hacernos entender ante extranjeros que no conocen nuestra lengua (y también como lo hace un niño que empieza a balbucear, llamando al perro guau y a la vaca muu)
Pero esta es una tesis indemostrable, porque las lenguas se han mezclado, transmitido, y evolucionado a lo largo de miles de años sin dejar rastro de su origen.
Y aunque sólo hace unos 5.300 años que hay constancia de la primera lengua escrita en tablillas de arcilla (escritura cuneiforme de los sumerios) hay que suponer que, además de ella, existían otros muchos lenguajes orales, contemporáneos e incluso muy anteriores, como ocurría igualmente con otros medios de expresión de los que sí ha quedado testimonio: pinturas rupestres (las más antiguas datan de hace 25.000 años), esculturas, bajorrelieves, armas y herramientas de piedra o metal, etc.
Las onomatopeyas se siguen creando y utilizando en todas las lenguas, en forma de nombres, verbos, adjetivos, interjeciones, etc, aunque anólogos sonidos se expresan con ciertas variaciones, según el idioma.
He aquí algunas ONOMATOPEYAS en español:
Au, guau, miau, pio-ar, aullar-ido, maullar-ido, zumbar-ido, chillar-ido, rebuznar, berrear, mugir-ido, ulular, relinchar-cho, balar-ido, gruñir-ido, bramar-ido, chirriar, graznar-ido chasquido, barritar, cacarear, cacareo, ronrronear-neo, siseo, silbido, brisa, viento, tren, tractor, campana, sonido, zig-zag, crac, clic, tic, grito, voz, pedo, pedorreta, pico, caca, ñame, lluvia, gota, goteo, respirar, suspirar, ping-pong, soplar, pis, trueno, ruido, ronquido-car, tos, toser, estornudo-ar, borbotón, rasgar, crujir, bombardear, trallazo, chasquido, susurro, arrullo, murmullo, silbido, estampido, chisporroteo, rechinar, retumbar, trueno, traquetear, tableteo, bombo, timbal, tambor, trompeta, zambullirse, cascada, catarata, relámpago, terremoto, saxofón, lanza, lanzar, diarrea, ritmo, cantimplora, carruaje, roer, carraspear, batir, picar, machacar, trago-gar, choque-car, picaporte, pitorreo, gas, tropezar, silbar, arrancar, buho...
De manera similar las onomatopeyas aparecen en latín y lenguas filiales: portugués, italiano, francés, gallego, catalán, valenciano, etc
En francés:
boullir, pluie, chanter, soufler, hurlement, tonnerre, soufletter, sonner, touser, coup-er, arrancher, raser, roti, soufflet, bombe, brise, hibou...
En inglés:
up, work, call, sound, smell, alarm-clock, ring, fly, gas, car, put, hammer, jump, pick, pick up, take, rain, cock a doodle doo, meow, woof, tweet, baa, huik-huik, drink, boil, cut, pot, jet, rough, mash, run, fan, bee, steel, fuel, burn, pot, pan, fast, smell, root out, raze, roast, slap, breeze, bom, owl...
En alemán:
Bine (abeja), sthal (acero), duft (aroma), duften (oler), ausreissen (arrancar), bratten (asar), bombe (bomba), brise (bris = brisa), Pferd (pfierd = caballo)...
En ruso:
сталь (estál = acero), бомба (bómba = boma), бриз (briss = brisa)...
En chino:
mimi (maullido), dīng (picar, morder), hōng long (explosión, bombardeo, trueno, alboroto), jī jī zhā zhā (gorgeo, chillido), gāng (acero), bèng (báng = bomba)...
El japonés es una lengua muy rica en onomatopeyas:
gaku gaku (vaivén de algo), gun gun (crecimiento), biri biri (calambre), hira hira (caída suave de papel, pañuelo de seda, pétalos), gatsu gatsu (comer), gabu gabu y chibi chibi (beber) paku paku (abrir y cerrar), nya nya (miau, maullar), wan wan (ladrido), moo moo (mugido), mee (balar), boo boo (oink oink = gruñido), kokekokko (cacareo), chunchun (piar un pájaro), kaa kaa (un cuervo), para para (lluvia), zaa zaa (lluvia intensa), tonton (golpear una puerta), nikkori (sonrisa), niko niko (risa), ira ira (enfado), pera pera (hablar bien un idioma), potari (gota), pota pota (muchas gotas), beta beta (pegajoso), chu (sonido de raton), dan-dan (poco a poco), don don (apresuradamente), kyoton (quedarse estupefacto), goro goro (trueno), potapota (agua corriente)...
También abundan en ciertos idiomas primitivos o aislados, como el vascuence:
pilpil (hervir), xirimiri (lluvia), turuta, (bocina), zurrunga
(ronquido), aldarri (grito, voz), eztanda (estampido) burrunba
(zumbido, estruendo), danda (sonido de campana), eztul (tos), inusturi (trueno), txistu (silbido), orro(rugido, rebuzno)...
Sea como sea, las onomatopeyas pueden ser valiosos elementos literarios, como lo han demostrado los escritores y poetas:
“El ruido con que rueda la ronca tempestad...” (José Zorrilla, 1817-1893)
“En el silencio sólo se escuchaba
el susurro de abejas que sonaba..." (Garcilaso de la Vega, 1501-1536)
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