5 de diciembre de 2021

"Cerraron sus ojos"...Uno de los mas bellos poemas de Gustavo Adolfo Bécquer / One of the most beautiful poems by Gustavo Adolfo Bécquer / L'un des plus beaux poèmes de Gustavo Adolfo Bécquer

Um dos mais belos poemas de Gustavo Adolfo Bécquer / Una delle poesie più belle di Gustavo Adolfo Bécquer / Eines der schönsten Gedichte von Gustavo Adolfo Bécquer / Одно из красивейших стихотворений Густаво Адольфо Бекера / 古斯塔沃·阿道夫·貝克爾 (Gustavo Adolfo Bécquer) 最美麗的詩歌之一 / グスタボ・アドルフォ・ベッカーによる最も美しい詩の1つ / गुस्तावो एडोल्फो बेकरे की सबसे खूबसूरत कविताओं में से एक / من أجمل قصائد غوستافو أدولفو بيكير

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Gustavo Adolfo Bécquer fué, sin duda, el principal poeta romántico de España... Y aunque este poema está impregnado de una enorme tristeza, sus rimas son tan armónicamente perfectas que merecen ser recordadas como una expresión literaria ejemplar...

"Cerraron sus ojos"...

Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!
De la casa en hombros
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!
De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo:
allí la acostaron,
tapiáronle luego
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto.
Perdido en las sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!...

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza hacerlo,
¡a dejar tan tristes,
tan solos los muertos!



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